A Rafael Cansinos Assens la fama le llegó en 1982 con La novela de un literato, se va a mantener con la publicación del resto de sus diarios y crecerá, hasta no sabemos dónde, con sus Memorias de Sharón. Toda esta obra diarística fue escrita en un modo de narración fluido que encaja muy bien en los lectores actuales. Ninguna la publicó en vida, porque hubieran entrado en conflicto con este Divino fracaso que, junto con El candelabro de los siete brazos, es la llave de las obras a las que él daba más valor y sentía como propias e innovadoras, y que fueron la admiración de sus discípulos en vida y lo son ahora de sus seguidores, que generación tras generación siguen leyéndolas con la devoción de quien abre un libro de plegarias laicas que no caducan. Uno de aquellos discípulos ?quizá el más fiel que tuvo? definió a RCA en sus Inquisiciones de 1925 con su parquedad habitual: «quiero prometer a quienes examinen sus libros, la más intensa y asombrosa de las emociones estéticas». Por eso no podemos dejar de imprimir y cuidar obras como esta, El divino fracaso, aunque hagamos pocos ejemplares, destinados a aquello