«Los caprichos de la narración suelen tejer su propio entramado.Quien escribe no siempre maneja el mapa a su antojo. Lo narrado puede tomar caminos alternos, travesías, despeñaderos y hasta calles ciegas. Y de pronto, el carro que ibas conduciendo junto a tus personajes se te llena de gente que quiere contar su historia y hablan todos a la vez a lo largo del trayecto. ¡Es una locura!, ¿cómo conduces un auto mientras tanta gente que apenas cabe adentro te habla sin parar? Debes detenerte y pedirles que se bajen porque hasta el desconcierto necesita un orden. Algunos te obedecen a regañadientes, otros se quedan».