Con La infección de los días, el autor culmina una trilogía comenzada hace una década con su segundo libro, Cuadernos de Lisboa (2011), y continuada con Las nubes transitorias (2015). Aunque estos títulos parezcan alejarse de la porosa mitología generacional desplegada en las «rapsodias yanquis» de Amanecer en Pensilvania (2014 [2001]) su primer libro, no dejan de mantener una preocupación existencialista y social ya presentes entonces. De hecho, en sus últimos libros se consolida una voz lírica tan personal como ecléctica para conciliar en su propuesta poética la visión de un sujeto social con su conciencia íntima. En definitiva, podemos afirmar, con palabras de Luis Bagué Quílez, que nos encontramos ante una voz poética «de insobornable autenticidad; un redoble de conciencia en una época en la que abundan los decorados de cartón piedra y los golpes de pecho []»La infección de los días es un evidente modelo de lirismo ante la realidad de la era pandémica. La ambivalencia del título responde, como es natural en poesía, a una plurisignificación, la que ofrece el término infección para aludir a los distintos n