MARTIN MUÑOZ, JOSE MIGUEL / MARTÍN HERNÁNDEZ, JOSÉ MIGUEL
Es importante en esta sociedad donde nos han quitado el alma, reconocer que la tenemos. Aún a riesgo de parecer ridículos.
Me di cuenta con el tiempo de cómo, aunque luchemos contra ello, nos puede el miedo al destaparse, al enfrentarte a la opinión de las otras personas, a que te juzguen y saquen conclusiones diferentes a aquello que creemos que hemos logrado transmitir, a base de barreras, caretas, grandes dotes de teatro, y un alto grado de ingenuidad que no nos deja ver la realidad de nosotras en la otras.
A menudo, las gentes que mantenemos resistencias y luchas, nos quejamos de que "la gente" no se abre, no da pasos hacia el frente, no se muestra y se nos esconde tras el miedo de los dedos que señalan y las lenguas que murmuran. Nosotras, las personas valientes, las vanguardias que en nuestro subconsciente y en algún consciente manifiesto también, creemos seguir siendo, esperamos que se desnuden ante nuestras buenas voluntades, mientras nosotras bien vestiditas nos creemos a salvo y con respuesta. -"¡Lástima! Se perdieron los caminos comunes, la sociedad de los sentimientos y las esperanzas. Ganó la industrialización del ser humano..."
A riesgo de más de una discusión, siempre bien esperada, me atrevo a asegurar que nada será construido sino ponemos la vida con mayúsculas, la del pan que ya no es nuestro sino compartido de cada día en el sueño del cambio. En el esfuerzo de poner en práctica la teoría del futuro en la rutina de los miedos de hoy. Por supuesto nosotras las primeras.
Las personas que me rodean, la familia con la que nací, y la política, me enseñaron a fuerza de lealtades eternas, de paciencia, de no dejarme tener la razón, y dármela a veces cuando no la tenía, con caricias y golpes, con la vida en los ojos y el odio en quien la quita, con la libertad en las manos, en la boca y en los sueños que se labran con el alma en la garganta, que no hay otro camino que abrir el corazón a pecho abierto y dejar que entren para sentirme vivo.
Ésta agrupación de textos, de fisquitos del alma que me saqué en noches de insomnio en estos últimos quince años de vida intensa , no pretende hacer literatura, sino responder a la necesidad en primera persona, de romper con todo aquello que quisieron que fuera y ser un poco de lo que egoístamente pido en otras. Ser capaces de ser por fuera lo que ardemos por dentro. Rozar lo ridículo para que otras no tengan miedo a serlo con nosotras, y poco a poco lograr esa sociedad que late en nuestras ansias y hoy creemos utopías.