Pepe Cerdá (Buñales, Huesca, 1961) es un pintor que piensa, un pintor ingenioso al que le gustan los desafíos y contar historias hasta el fin de la noche. Es tan buen narrador oral como pintor: después de estar en París decidió regresar a Villamayor, en la entrada de los Monegros, y desde ahí contar el mundo, contarse, "pintar su autobiografía pintando su mundo cotidiano y abandonándose a su instinto", tal como dice Julio José Ordovás en el libro 'Pepe Cerdá. Entre dos luces', que publican Eclipsados y la galería Gil de la Parra, donde el artista oscense presenta mañana una selección de piezas de pequeño formato. Ordovás, en este delicioso libro-retrato, apunta otros dos detalles: "En el fondo es un sentimental, como todos los cascarrabias". Y, agrega: "Cerdá, que ha hecho de la amistad un arte, no podría vivir sin sus enemigos. Por ellos pinta. Para joderlos"