Lo primero que salta a la vista de la poesía de Botas, sobre todo a partir de su segundo libro, es el coloquialismo. Lo reivindicó en "El poema" a la vez que le guiñaba, con unas gotas de su inconfundible coña beatífica, al mismísimo Juan Ramón: "No le toques ya más, / que así es la prosa". Claro que lo único que tienen de prosa sus poemas son los prosaísmos, que nos ofrecen ese producto artístico sofisticadísimo: un lenguaje natural y una voz auténtica. Lo que le permite hablarnos sin pudores, obsesivamente, de los grandes temas de la poesía universal, como la muerte y el amor, que son los que importan a Botas. Si la sangre no llega al río en ninguno de ellos, aunque ambos los encara con notas auténticamente oscuras, se debe más que nada a una fe de carbonero en la poesía y en su capacidad para perdurar y para transfigurarlo todo en música: "Yo sé que mis palabras te parecen /cosas sin importancia; te equivocas", nos advierte . El inolvidable humor de Víctor Botas se basa en muy buena medida en la alegría de saberse a salvo, salvado por la poesía.