A partir del concepto y sentimiento de protección, frente a todas las intemperies que sufrimos, José Luis Puerto detecta y verbaliza, en La protección de lo invisible, las huellas de la herida y del dolor, pero busca de continuo las señales de una luz guiadora que nos permita percibir la maravilla del ser y del mundo. De ahí, esa mirada hacia los otros, hacia determinados lugares, hacia lo pequeño y lo desatendido, hacia los rastros del pasado, hacia todo lo que pueda arrojar un fulgor que nos dé sentido. Se detiene el autor asimismo en la memoria del padre, tras el cumplimiento de su existir; y celebra unos días en Grecia, por tantas señales aún fértiles e iluminadoras. Todo ello se ofrece a través de una palabra siempre esencial, con aspiración de transparencia, que oscila entre el temblor, la elegía y el canto. Poesía de la búsqueda y de la claridad, surgida a partir de lo vivido, como experiencia espiritual y verbal que aspira a trascenderlo.