Este mundo de fuerza y violencia no es, no puede ser un mundo añorado o ensalzado en los versos de Julio Martínez Mesanza, que pasan por belicistas. Si nos detenemos un poco ante ellos, veremos, junto al desprecio de la especulación racionalista (que es, sobre todo, el desprecio por la soberbia humana, sus utopías, su orgullo y sus torres), veremos, digo, la terrible verdad de que esa ley de la fuerza y la materia no es la del vitalista que invoca la acción o la de un quijote caballeresco: esa ley preside estos versos no porque sea la suya, la de ellos, sino porque es la nuestra. Nuestro mundo tiene, de nuevo, la idea de la historia que corresponde a la muerte irremisible del individuo personal y al progreso de la especie: en suma, al triunfo de la materia. Y ese mundo de guerra al alma, en el que el alma se debate por obedecer sin que la maten ?por ello? los desobedientes, ese mundo es el nuestro, el de hoy, nuestro dialogante y relativo mundo, con su cultura y todo. E. A. R.