En Un girasol flotante no sólo pueden apreciarse algunas de las características fundamentales de la poesía de Antonio Carvajal, esas que configuran su voz particular, inconfundible, sino que éstas llegan a una suerte de culminación que resulta coherente con toda su obra anterior y con su personal indagación poética. Entre ellas cabe destacar, en primer lugar, un diálogo continuo con la tradición, que se manifiesta en el empleo de algunas de las formas poéticas que ésta ha ido decantando y fijando. También se da la presencia en sus poemas de alusiones o citas más o menos literales o veladas de otroos poetas o autores.
En segundo lugar, en la poesía de Carvajal se produce una continua reflexión sobre la creación artísitca, sus procesos y resultados. No sólo por lo que a la poesía respecta, sinto también a las otras artes (música y pintura, sobre todo), de las que nuestro poeta es un exquisito y agudo degustador.
En tercer lugar, en su poesía se da, de modo constante, una celebración de la amistad y una afirmación de la vida y la alegría a pesar de la amenaza del sufrimiento, la injusticia o el sinsentido.
He aquí la propuesta de aunar poesía, arte, amistad y vida que nos ofrece Antonio Carvajal en Un girasol flotante. Una propuesta que implica toda una lección de poesía para hoy, cuando ésta no ha conseguido aún salir del desconcierto en que la sumieron la vanguardia y la llamada posmodernidad. Una lección que nos habla de que se puede ser llano y coloquial sin ser vulgar. De que la verdad y la propia vida, la intimidad y los sentimientos, pueden ser materia de la poesía sin necesidad por ello de airear la privacidad, y ser obsceno o indecoroso. De que se puede hacer poesía a partir de la experiencia sin incurrir en el cinismo o el desencanto, y mantener intactas la caridad para con los semejantes, la esperanza en el porvenir y la fe en la poesía, en el poema.