Este ensayo, este viaje para reconocer mi tradición, no necesita razones. Es un motivo para vivir. Es un viaje a los fondos de mis entrañas.
Mostrar, no justificar; iniciar, no roturar; hablar, no argumentar; hacer visible, al menos, la realidad es tarea marginal, seguramente a contracorriente, a la que me abandono en este libro: un viaje sin comienzo ni final al país de los ínferos del pensamiento de lengua española. Mi compañera será la memoria. Delicada señora que guía mis frágiles, aunque no débiles, convicciones para eternizar lo cotidiano. Un propósito, quizá desmesurado, que espero aliviar acompañándome por unos pocos libros relacionados con los lugares visitados. Pues que necesito palabras para recordar, para revivir, que también «esos lugares están sometidos a un cielo», al de la real irrealidad de sus clásicos, de sus inmortales escritores, viajo con una pequeña pero cuidada biblioteca.