¿Cuánto no se ha dicho de la Atlántida, la isla-continente tragada por las aguas del mar? De ella nos habla Platón que envolvió su relato en brumas míticas. Para Platón no cabía dudar de la existencia real de la Atlántida; incluso documentó su desaparición fijándola con una fecha aproximada. Eso no cambia que hasta nuestro todavía joven siglo XXI, firmemente empalmado a su predecesor, el XX, pródigo en descubrimientos y adelantos técnicos que han empequeñecido y estrechado el orbe terráqueo, ninguna prueba se haya hallado que confirme su problemático haber sido. Tampoco, en verdad, se ha demostrado que nunca fuera y, en siendo así, a cada quién le cabe inclinarse por una u otra opción, pero sin olvidar que la cuestión oscila en dimensiones no-tangibles en las que no cabe asumir posiciones intransigentes.
En la trilogía de LA CIUDAD SUMERGIDA (1, El Profeta; 2, La Estrella del Amanecer; 3, El Libro de Piedra), nuestra autora, Ángela Edo, nos habla de la Atlántida. Se atiene a sus técnicas peculiares con las que están familiarizados sus lectores. El enigma que plantea no es el cataclismo ¡tantos ha habido! que anonadó o no anonadó a la presunta isla-continente ella le da el nombre de Taba, sino que analiza los modos de desenvolverse de un fragmento de humanidad obsesionada por el ansia de vivir con desmesura, de amasar riquezas y poder, y que tras haberse incapacitado para conquistar su genuina proyección vital, se destruye a sí misma en lo que dura el acompasado fluir del ciclo temporal, rosario generacional en que se halla involucrado el tal fragmento. Vencido el plazo terminal, alcanzado el punto crítico, el cielo se desploma. Y detrás de cada desplome, entramos en lo de que muchos son los llamados y pocos los escogidos. ¿Hace falta decir más?
De la trama narrativa, ¿qué decir? Los personajes sobre los cuales esa trama se teje, empiezan por aglutinarse en torno de una figura insignificante, la del Anciano Profeta. Obra éste cual imán que atrae hacia sí las limaduras de hierro. Luego los hilos se van trenzando. Traiciones e intrigas se multiplican. La voracidad y el odio cunden. Y también la abnegación y el amor, flores preciosas: con ellas se corona la pequeña Nopal. Amor, abnegación y el cumplimiento del Deber llevado hasta el máximo sacrificio, son los principios que se enfrentan a la Gran Amenaza acurrucada en la sombra.