«La osadía puede ser una deriva de la ignorancia pero en ocasiones se revela como condición de la mirada, de la escritura. Entre la voz y el mundo, entre un sujeto incapaz de tragarse la realidad como píldora lerda y su objeto, hay una puerta. La poesía de Juan Bello es nudillo que golpea con madurada voluntad de abismo. Desde este cosechado umbral se nos hace inevitable comprender que la multitud es una de las más dolorosas formas del desierto; que cada mañana el Sol debe tragarse su orgullo; que hasta el mar puede quedar abreviado como una rosa rota sobre el asfalto, pero también que la palabra poética recorta toda desesperanza y posibilita la lucidez, la emoción, la vida. Si es cierto que se escribe para descubrir lo que ya se sabe, estos versos ponen lo extraordinario a tiro de retina y el futuro como una sabiduría ardida, estratificada, que aguarda a su lector dentro de cada uno» (Julieta Valero).