Leyendo a Henry es casi inmediato sorprender la novedad y, en cierta medida, la extrañeza de sus páginas. Su fenomenología radical se presenta, de hecho, como una revolución del aparecer, según la interpretación habitual --por lo menos en Occidente--, para reconducirlo al origen que supuestamente le correspondería: la Vida y su pathos originario. Ciertamente no son pocos los puntos oscuros y las dudas que genera su filosofía --esto lo pueden atestiguar las numerosas críticas que a ella se dirigen--. Sin embargo, el ansia de lo originario, la poética de un pensamiento que quiere llegar hasta el corazón mismo de la vida, y el coraje de afrontar temas imposibles de agotar y evitar, como el problema del mal y la existencia de Dios, hacen de la filosofía de Henry algo fascinante y sugestivo.