Decía Octavio Paz que 'la poesía debe ser un poco seca para que arda bien, y de este modo iluminarnos y calentarnos'. José de María Romero Barea ha llevado con Talismán esta máxima a su más alto exponente al lograr transmitir el calor y la emoción de su poesía a través de una sobrecogedora desnudez formal que no hace concesiones al artificio ni al adorno superfluo.
Después de pulir incansablemente los versos que conforman su poemario, José de María ofrece al lector el protagonismo de la palabra, del concepto puro, sin el obstáculo de los signos de puntuación ni 'la piedad de un adjetivo y casi sin la excusa de un contexto', como bien indica Juan Andrés García Román en su atinado prólogo. Tras esta aparente sencillez se revela una expresión rica en sugerencias, imágenes, reflexiones, a veces entre el aforismo y el haiku, otras en forma de monólogo interior en el que la voz poética sospecha a menudo de su capacidad para proyectarse más allá del propio poema.
Los poemas de Talismán son el resultado de una lucha permanente entre el autor y su voluntad de hacer que el lenguaje se doblegue a transmitir el significado exacto a través de la palabra exacta. Esta lucha no sería posible sin la presencia, invisible y omnipresente, a lo largo de la obra, de una fuerza, de un talismán que irradia la íntima convicción de que hay una recompensa final y alienta a seguir intentándolo aunque no se sepa 'por qué o para qué este fatigar / el corazón a base de latidos'.