ANTONIO AVILÉS RAMOS es catedrático de Lengua y Literatura Españolas. Ha estado siempre generosamente abierto al cultivo y estudio de las muchas posibilidades que su vida profesional le ofrecía, bien en la forja de jóvenes promesas literarias como creador y director de la revista BUHAIRA, bien como articulista, conferenciante, divulgador e investigador.
Resultaba, pues, tentador para este especialista en literatura costumbrista bucear un poco en las páginas literarias del siglo XIX que mitificaron o supusieron un esfuerzo de aproximación a la realidad de la tierra andaluza. Hasta los albores del siglo XIX ni Andalucía ni España eran tan diferentes del resto de los países europeos a los ojos de los viajeros ilustrados. Son los escritores románticos quienes con su particular sensibilidad espiritual, existencial y cultural, y con sus instrumentos de acercamiento basados en la imaginación, el sentimiento o la intuición gestan el mito literario andaluz, mito que ha funcionado fuera de Andalucía y, más sorprendentemente aún, dentro, forzando en ciertos contextos un comportamiento andaluz acorde con la realidad literaria que le tipificaba. Surge así un retrato y descripción superficial de tono amable y risueño las más de las veces, asequible y funcional. Es básicamente la imagen acuñada por los viajeros románticos y por una buena parte de escritores costumbristas cultivadores y cómodos imitadores de esas premisas románticas.
La finalidad propuesta en la primera parte de este estudio se centra en la constatación literaria de un costumbrismo andaluz durante la etapa cronológica de más pujanza del género e intento de hallarla, dada su dependencia del periódico o de la revista literaria, en la prensa de dos ciudades andaluzas Cádiz y Sevilla envidiables a nivel nacional en cuanto al número, auge y calidad de este medio de opinión pública. Existió un costumbrismo literario andaluz autóctono aún bastante desconocido, pero de significativa intensidad cuantitativa y cualitativa a través de las plumas de Tomás Rodríguez Rubí, Narciso Campillo, Javier Valdelomar y Pineda, Francisco Flores Arenas, Francisco Sánchez del Arco, Guillermo Morera, Juan de Ariza Palomar, Adolfo de Castro, Víctor Caballero y Valero, Fermín Salvochea, Enrique Sierra Valenzuela, José Sanz Pérez, Juan Miguel de Arrambide y José Pereira, entre otros. Ya no es solo la figura de El Solitario la que debe figurar en la Historia Literaria del género que nos ocupa.
En la segunda parte se contrastan diversos intentos de aprehensión de la realidad andaluza desde una pluralidad de ángulos: La Visión Tópica, forjadora del mito, en la que España es captada en Europa por su fundamental transcripción a clave andaluza. La Visión Estético-filosófica, que intenta dar carta de ley intelectual a las formulaciones románticas. La Visión Trágica de una Andalucía vencida por la explotación y su carácter latifundista. Y, por último, la Visión Antropológica, que conjuga lo que el andaluz siente y desea ser con todo un conjunto de estructuras históricas y mentales que han ido sellando su particular idiosincrasia. Lo cierto es, en definitiva, que el andaluz posee en su esencia la suficiente capacidad para superar en perfecta síntesis dialéctica todo ese cúmulo de contradicciones y sedimentos que han venido forjando su larga existencia como pueblo.